La canción de nuestros días

Representación del árbol de la memoria, realizado por el comité de sobrevivientes de masacres. Noviembre de 2008. Cada hoja tiene la foto y nombre de una víctima.

Este día comenzó con el estremecimiento de la tierra y una lluvia. No pude dormir tras el temblor de cuatro grados; después de eso, mi mente trabajaba en recordar la vulnerabilidad de este país, pensé en las grietas del volcán, en las colonias cercanas a las "Colinas", en las casas de bajareque....en fín, llegué al trabajo con cara de desvelo.

A la salida de la jornada manejé como loca hacia el centro de San Salvador (<·3) para poder llegar a tiempo a ver una obra de teatro y milagrosamente llegué al parqueo frente a la Plaza Morazán. Tenía años de no entrar a la pequeña sala del Teatro Nacional, me vinieron muchos recuerdos, gratos. Además caí en la cuenta que he dejado de consumir lo que mas me gusta: espectáculos de danza y teatro (por compromisos de danza, vale decir).

Se apagó la luz y en escena aparecen tres mujeres. La mas pequeña parecía la más real de las tres (era la única vestida diferente y con zapatos). Las dos restantes tenían una mirada cautivante y me encantó su forma desenfadada de hablar. Ellas se sentaron a recordar "aquellos días" bajo un árbol de almendro. Y fue entonces que estas hermanas narraron la vida campesina en Morazán, al norte del país, quizá ubicándose a principios de la década de los ochenta del pasado siglo. Aquellas historias me atraparon, pues además de describir el amor, ¡con tanto amor!, y rememorar aquellas "pasaditas y picardías" con un sano humor, me despertó el interés por saber más de esta historia (detalles que no me corresponde contar y si se quiere saber vaya al teatro este viernes, sábado o domingo).

Las hermanas cantaron una canción, muy linda, que desconozco de dónde la sacó el autor. Melodía que me parecía un bello legado para la mujer de los zapatos.

Cuando estaba disfrutando de aquella interpretación, sumada a una puesta en escena muy creativa en detalles de luz y movimiento (de las actrices y de los elementos escénicos), el mood escénico cambió. Cuando eso pasó, pensé que me tocaría vivir un nuevo estremecimiento, cuyo epicentro radica en la memoria histórica de mi país.

Así fue. Me estremeció como aquellas mujeres terminaron su historia. Brindaron un relato propio y a la vez común para muchos campesinos y campesinas sobre su contacto con la guerra salvadoreña (1980-1992). Entonces entendí porque sólo una de estas hermanas parecía real, dos de ellas llegaron --doce años después-- al árbol de almendro, que alguna vez fue cómplice de amores, desafiando a la muerte... salvando su memoria y la de sus seres queridos.

Creo que la obra duró una hora, pero yo no la sentí. Pensé que había sido breve, pero aún asi no digerí al 100% su contenido pues fue intensa y como dicen, lo poco es más. Mucho más.

Salí del teatro con la misma sensación que tuve hace un par de meses, cuando asistí a la capilla de la UCA a presenciar los relatos de sobrevivientes de masacres, torturas y ejecuciones extrajudiciales. En esa ocasión me impactó escuchar las memorias de hombres y mujeres que vieron morir a sus familias cuando a penas tenían 12 años de edad. Estas personas, los sobrevivientes de estos hechos, lloraron y me hicieron llorar, pero al final los vi crecer y personalmente me permitió comprender porqué la verdad y la justicia son valores a los que jamás se debe renunciar.

Quizá por eso la obra fue el segundo movimiento telúrico de este día. Totalmente recomendable, "La canción de nuestros días".

***

y bueno, cuando salí del Teatro vi esa plaza (Morazán) tan linda, hacía un calor agradable. Me pareció el perfecto escenario para fingir y eso hice. Fingí que la ciudad es segura y me puse a caminar por ahí y por allá. Pero no me duró mucho, en mi cartera andaba mi cámara de fotos de reciente adquicición y me acordé que por ahora 14 personas mueren diariamente a causa de la delincuencia. Dí la vuelta y me fui. Mi breve interpretación sobre cómo pajarear en en centro de San Salvador se terminó.

Comentarios

Jorge Ávalos dijo…
Es fantástico escuchar un comentario que habla de una obra de teatro como de una experiencia de vida, como de un estremecimiento insertado en nuestra experiencia de lo cotidiano.