La danza, Terpsícode y algo más


¿Has visto danza?(…) comprendo. El Salvador no es precisamente un paraíso para que los bailarines de danza clásica, folclórica o contemporánea lleguen a muchas personas. Debe agregarse que a mucha gente le parece un "arte raro" y que nuestro sistema no educa a las personas para consumirlo.
En el país contamos con una Escuela de Danza desde 1950, pero tras cinco décadas transcurridas esta disciplina no ha sido incorporada para su estudio en el sistema educativo formal. En Costa Rica, por ejemplo, existe un bachillerato y hasta una maestría en danza. Esto sucede también en otras ramas del arte, porque nunca ha constituido un objetivo de la política cultural salvadoreña.
Por eso admiro a quienes tienen un proyecto de vida enfocado exclusivamente a su amor por la danza. Sin duda alguna, Terpsícore les roba el cuerpo y el alma y gracias a eso la danza sobrevive en el país (en la mitología griega Terpsícore era la musa: la que deleita en la danza).
Todos bailamos. Unos más, otros menos y alguno dirá por ahí que nada. Lo cierto que lo hacemos para disfrutar un momento, quitarnos el estrés o por placer. Existen estudios que han descubierto efectos positivos contra la depresión. Esto es explicado por la generación de endorfinas, también llamadas las hormonas de la felicidad, que se producen en la práctica del baile.
Pero en esta ocasión hago referencia a la danza como arte, que tiene los movimientos codificados, que se basa en una técnica y que trata de contar historias o ideas a través del leguaje corporal. Lo anterior exige disciplina, espíritu de sacrificio y pasión. De ahí que me perezca maravilloso lo que Joaquín Sabina dice en una canción:
"Y jugar por jugar
Sin tener que morir o matar
Y vivir al revés
Que bailar es soñar con los pies"
Le tomo la última frase. La danza contemporánea es para muchos una forma de ejercer la libertad de expresión, que es un esencial derecho humano. Isadora Duncan –una de las pioneras- no estaba interesada en hacer danzas hermosas, sino que en danzas viscerales: el contenido y no la forma era lo que interesaba. (Jacob, Hellen. 2003)
Los bailarines contemporáneos bailan haciendo el contacto de la planta del pié con el piso ( y no con zapatillas de punta como en el ballet) es una forma de conexión del artista con la realidad que le rodea, una sensación de estar enraizado en la tierra.
Un bailarín o bailarina debe aventurarse a soñar, es decir, además de limitarse ha realizar lo que un coreógrafo le pide, (meros ejecutantes) debe darle un valor agregado, un componente interpretativo e imprimir su propio trabajo, ofrecer una opinión sobre algo, bajo el prisma de su cuerpo.
Para quienes esto les resulte ajeno, les invito a experimentarlo: como observadores, críticos y consumidores de las artes. Uno es lo que ha vivido, todos tenemos algo que decir y también queremos escuchar, pero sólo nos limitamos a leer el periódico o vamos a los conciertos de reggetón, somos felices con el fútbol o simplemente vemos pasar la vida por la televisión o por internet. Todo eso es válido, pero en este país hay actores, pintores, escritores, bailarines, poetas etc. ofreciéndonos otras formas de pensar o de entretenernos, una opinión. La mayoría lo hace con mucho sacrificio, pues la inversión pública cultural es limitada y lo que se produce tiene un importante aporte personal. Salgamos entonces al encuentro de nuestra cultura, observémosla, critiquémosla pero hagámosla crecer.

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