La terquedad de la incultura




La terquedad de la in-cultura
CONCULTURA fue creado por medio del Decreto Ejecutivo 55, el 20 de septiembre de 1991 con el fin de “contribuir a la consolidación del esfuerzo conjunto entre la sociedad civil y el Gobierno para el fortalecimiento de nuestra identidad cultural".
La institución cuenta con una "Política de Fomento Cultural" que ha sido erguida sobre el paradigma de la democratización cultural, es decir, en el que se “facilita los medios y se propician los espacios para la creación y ejecución autogestionaria de los hechos culturales; siendo el objetivo primordial la participación de las personas”. Esta política establece como uno de sus objetivos la consolidación del trabajo conjunto entre el gobierno y las organizaciones culturales de la comunidad para fortalecer el desarrollo cultural.
Puesto en papel parecería que las y los artistas salvadoreños deberían disponerse felizmente a la taera creativa y a solicitar el apoyo del estado para que tal fomento cultural encuentre eco. No es así. El papel aguanta con todo.
Convencer a los funcionarios de esta entidad sobre la conveniecia de un proyecto es una tarea cuesta arriba, la mayoría de bienes y servicios culturales están centralizados o monopolizados.
Quizá una de las ramas más abandonadas es la danza. Más de cincuenta años han pasado desde que se fundó la Escuela Nacional de Danza "Morena Celarié" y aún los salvadoreños no gozamos del beneficio de apreciar espectáculos de una Compañía Nacional de Danza. Esta Escuela no ha logrado trascender de sus cuatro paredes ni ofrece nada para quienes terminan su formación técnica en ella.
Mientras la danza moderna y luego la contemporánea invadía los escenarios en Europa y Estados Unidos de América a mediados del siglo pasado, ésta expresión artistica tuvo su primer asomo en la década de los ochenta en el país.
Las personas que en ese momento se formaron en esa rama de la danza dieron un gran paso: optaron por volar. Así, Eunice Payés, Julio Mejía, Fátima Alfaro, Julio Fuegos, entre otros tuvieron la visión de salir a la calle, de bailar entre las balas en la guerra y desgarrarse en el asfalto. La danza expresaba una realidad.
Ahora en la posguerra, algunos de estos bailarines se han ido para siempre, otros están lejos y los que están acá no gozan del apoyo de la política aludida. Para muestra un botón: existe incertidumbre sobre la realización de la IV muetsra de danza contemporánea independiente para el 2006. La Escuela de Danza estrena director, sin saberse a ciencia cierta las razones de su nombramiento. Por ahora, sólo cuenta con el beneficio de la duda.
Aquí no se hacen las cosas con-cultura, esto sucede por vivir en la in-cultura, afortunamente la rebeldía de estos días invita a volver a bailar en la calle, con la gente y por desgracia aún entre las balas que cada día ciegan la vida de muchas personas en El Salvador.
¡feliz día de la danza!

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